Conozco a personas que eligen la alegría en sus vidas sin importar lo que esté sucediendo. Luego existen aquellos que desean elegir la alegría, pero luchan por deshacerse de las emociones de abatimiento que sienten en su corazón. Lo que me ha ayudado a llegar a la alegría no es la fuerza bruta o el deseo de que exista, sino que el reconocer que mientras esté en forma humana necesito ayudar a mi mente a llegar a la alegría. Así que me ayudo a mí misma dedicándome a actividades que aumentan mi “medidor de felicidad”, como pasar tiempo con mis nietos, llevar a mi mejor amigo canino al parque o alentar a un amigo al enviarle un regalo sorpresa que le hace llorar. Encuentro que la alegría proviene de simples actos de amor y bondad de la misma manera que Jesús se empapó y disfrutó de su tiempo relajado sentado con los niños. El regalo invaluable de la alegría es un regalo que fluye del corazón.
Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de las verdades de la Palabra de Dios en tí, cuando pones Sus verdades en acción.
Con cariño de Anita Carman