Estaba en el séptimo piso de un hotel esperando al elevador. Después de diez minutos todavía no había elevador. Finalmente me di por vencida y bajé las escaleras hasta el lobby porque no sabía si vendría el ascensor y había otras cosas que tenía que hacer. Luego, cuando llegó el momento de regresar a mi habitación, una vez más estaba esperando al ascensor. Esta vez, noté que arriba de las puertas del elevador en el lobby había un indicador que mostraba en qué piso estaba el elevador. Este indicador no existía en cada piso sino solo en el lobby. Esta vez, aunque todavía estaba esperando, estaba menos inquieta. La mayor diferencia estaba en el indicador porque me daba una idea de en qué piso estaba el elevador y cuánto tiempo le tomaría llegar hasta donde estaba.
Qué ilustración tan reveladora fue para mí para la vida en general. Cuando no tengo indicación de cuán pronto alcanzaré mi meta, me encuentro inquieta. Pero ¿y si tuviera los ojos puestos en el objetivo equivocado? La Biblia nos enseña a hacer de Jesús nuestro premio. Él es el objeto de nuestra adoración. Entonces, desde este lugar de integridad, podemos confiar en el tiempo de Dios. ¿Quién o cuál has hecho el objetivo final de tu adoración? ¿Es hoy el día para redirigir tu enfoque?
Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de la verdad de la Palabra de Dios en tí, cuando pones Su verdad en acción.
Con cariño de Anita Carman