Recuerdo sentirme impotente siendo niña cuando la vida se vino contra mí. Yo era un ser inocente, herida por los cambios que me infligieron. Me vi obligada a ir en diferentes direcciones debido a las decisiones que otros tomaron y que luego me fueron impuestas.
Como adulta, aunque tengo más control, la vida todavía se desenvuelve de manera similar a mi pasado. Sin embargo, en lugar de sentirme impotente, la forma en que percibo la vida cambia la forma en que me siento. Pase lo que pase, me siento lista para conquistar el mundo porque tengo a Jesús. La clave es verlo como el tema de conexión con nuestras vidas. Cada situación no se trata de nosotros sino de cómo Él responderá y luego mostrará Su ejemplo a través de nosotros. Él se hizo nada para venir a la tierra. ¿Podría ser que cuando perdemos todo lo que nos es familiar es nuestra señal para entrar en un mundo diferente en una misión del tamaño de Dios?
En nuestra nueva jornada, es posible que no podamos llevarnos a las relaciones o circunstancias pasadas con nosotros. ¿Es hora de dejar ir y viajar ligero para que podamos ser libres de ser flexibles en la mayor aventura de nuestras vidas? En medio de lo nuevo que Dios está haciendo, podemos estar más seguros que nunca ante lo incierto. Jesús, nuestro Salvador, nos acompaña para que podamos permanecer anclados a una relación inagotable. Con su autoridad, podemos dominar las circunstancias para inclinar la rodilla ante su mayor misión de cambiar nuestro mundo para Cristo.
Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de la verdad de la Palabra de Dios en tí, cuando pones Su verdad en acción.
Con cariño de Anita Carman