Escrito por Anita Carman

Querido Creyente,

Cuando piensas en tu vida, ¿te confundes al pensar acerca de los tiempos malos y el sufrimiento? En lugar de ver los momentos malos como algo malo, ¿puedes verlos como la senda de Dios hacia tu recompensa?

En la vida del rey David,  el perdió a un hijo durante el parto. Él perdió a su hijo Absalón, que se rebeló contra su padre y murió en manos de otro guerrero. Él pasó por la experiencia de los celos de Saúl, y pasó muchos años huyendo de alguien que amenazó su vida. Él quería construir el templo, pero Dios decidió que Salomón sería el que construiría el templo. Así que David no llegó a hacer lo que él quería hacer. A pesar de los desafíos, el Rey David reinó durante cuarenta años y acabó bien.

 1 Crónicas 29:26-28 resume la vida de David de la siguiente manera: David hijo de Isaí reinó sobre todo Israel. En total, reinó cuarenta años sobre Israel: siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres en Jerusalén. Y murió muy anciano y entrado en años, en medio de grandes honores y riquezas, y su hijo Salomón lo sucedió en el trono. NVI

¿Te diste cuenta que en este obituario resumiendo la vida de David, no hubo ninguna mención de sus ensayos? No se hizo mención de que él no consiguió hacer lo que quería. En lugar de eso, la declaración de la culminación de su vida fue que “disfrutó de una larga vida, riqueza y honor.” Así que me hice la siguiente pregunta: “¿Cómo es que David acabó con una vida donde fue recordado como alguien que disfrutó de larga vida, riqueza y honor?” Fue debido a que David aceptó el papel que Dios le dio en su época como rey. En medio de sus desafíos, no huyó, sino que le pidió a Dios más tiempo para terminar su rol. Dios lo designó como el guerrero que se desharía de los enemigos y por lo tanto, eso fue lo que hizo. Su éxito fue el resultado de su obediencia.

¿Y tú? ¿Estás perdiendo el tiempo discutiendo con Dios sobre tu papel en la vida? ¿Es hora de ser obediente para que puedas terminar bien?

Oro porque este mensaje te haya animado de una manera especial. Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de la Palabra de Dios en tí, y cómo pones Su palabra en acción.

Con cariño, Anita

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