Hay sueños que tuve en mis veintes que dejé ir en mis treintas. Y luego hay sueños que continúan resurgiendo sin importar cuánto intente olvidarlos.

 

Creo que Abraham tuvo uno de esos sueños. Él y Sarah anhelaban a un hijo. Imagínate el año en que cumplió esa edad donde se estableció de una vez por todas que un niño ya no estaba en su futuro. Entonces apareció un ángel y le dijo lo contrario. Todo esto significa que no tenemos que decidir cuándo debemos olvidar un sueño porque Dios es quien tiene la última palabra de nuestro futuro. Entonces, para Abraham, a él y a Sara se les dio un hijo porque Isaac era parte del plan mayor de Dios. La vida cambia cuando nuestros sueños ya no son nuestros, sino que existen para servir a los sueños de Dios.

 

Un sueño que sigue resurgiendo en mi vida es algún día ser dueña de una organización lucrativa que exista para financiar los ministerios de Dios. Todo lo que se necesita es una gran idea que sirva para satisfacer una necesidad práctica de la que muchos podrían beneficiarse, como una máscara que mate al virus de la gripe para que un familiar con gripe no infecte a toda la familia. Todavía estoy esperando que esa voz divina me sorprenda de la forma en que el ángel se le apareció a Abraham. El sueño de Abraham solo se puede cumplir a través de una intervención milagrosa. Espero que la intervención milagrosa de Dios aparezca en mi línea de tiempo en el momento perfecto de Dios. Pero hasta entonces, elijo vivir y dar lo mejor de mí a los sueños que Dios ya reveló y puso en acción. Y mientras espero, también me sirve para analizar por qué anhelo los sueños que todavía escondo en mi corazón. Algunos sueños son engañosos y es mejor dejarlos ir porque no nos llevarán a nuestro destino deseado. La buena noticia es que cuando dejamos ir un sueño que no nos dará lo que realmente necesitamos, damos lugar para más capacidad. Soñemos sueños que satisfagan nuestras necesidades reales y desempeñen un papel clave en el cumplimiento de los sueños de Dios en la tierra.

 

Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de la Palabra de Dios en tí, cuando pones Su palabra en acción.

 

Con cariño de Anita Carman

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