Escrito por Anita Carman
Querida Creyente,
¿Andas por el mundo con una máscara fingiendo que todo está bien? ¿Qué tan claro eres con respecto a los sufrimientos que Dios ha permitido en tu vida?
¿Sabías que el apóstol Pablo era muy claro con sus sufrimientos? Él dijo en 2 Corintios 11:23-29, “He trabajado más arduamente, he sido encarcelado más veces, he recibido los azotes más severos, he estado en peligro de muerte repetidas veces. Cinco veces recibí de los judíos los treinta y nueve azotes. Tres veces me golpearon con varas, una vez me apedrearon, tres veces naufragué, y pasé un día y una noche como naufrago en alta mar. Mi vida ha sido un continuo ir y venir de un sitio a otro; en peligros de ríos, peligros de bandidos, peligros de parte de mis compatriotas, peligros a manos de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar y peligros de parte de falsos hermanos. He pasado muchos trabajos y fatigas, y muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed, y muchas veces me he quedado en ayunas; he sufrido frío y desnudez. Y como si fuera poco, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias. ¿Cuando alguien se siente débil, no comparto yo su debilidad? ¿Y cuando a alguien se le hace tropezar, no ardo yo de indignación?” NVI. Sin embargo, ponle atención al hecho de que el sufrimiento de Pablo no fue resultado del pecado, sino el resultado de la obediencia. Cada vez que nuestros sufrimientos son resultado de la obediencia, nuestro sufrimiento se convierte en un testimonio para demostrarle al mundo que Dios es digno, hasta de nuestros sufrimientos. Así que la próxima vez que estés enfrentando retos como resultado de tu obediencia, deja que Dios sea glorificado aun en tu sufrimiento.
Oro porque este mensaje te haya animado de una manera especial. Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de la Palabra de Dios en tí, y cómo pones Su palabra en acción.
Con cariño, Anita