Mi hijo me estaba contando sobre algunas de las pérdidas que iba tener que soportar al tomar la decisión de emprender un plan nuevo. Su conclusión fue: “Entonces puedo mirar hacia atrás a este momento sin remordimientos”. Sus palabras “sin remordimiento” las tuve presente todo el día.
El hecho es que una vida sin remordimientos a menudo requiere sacrificar algo que debemos abandonar para vivir una vida de la que no nos arrepentiremos. Para algunos, es dejar atrás la satisfacción de perseguir una meta grande; o decir adiós a las relaciones familiares mientras nos embarcamos a una etapa de una jornada donde solo Dios puede ir con nosotros. Podríamos sentir la tentación de no ir y de proteger el statu quo, pero en realidad, es posible que no tengamos otra opción. Ayuda saber que nosotros somos los que tenemos el control de una vida sin remordimientos. Podemos elegir la aventura, podemos elegir la fe, podemos elegir un futuro que requiera un mayor crecimiento y comprensión. Podemos aceptar que incluso cuando la vida nos sorprende, podemos confiar en la gracia de Dios para usar las sorpresas y ponernos en una trayectoria más allá de lo que pudiéramos imaginar. Quizás la vida que soñamos era demasiado predecible, demasiado segura, demasiado pequeña y Dios quería más para nosotros. Sin duda, una vida sin remordimientos requerirá cierto riesgo. La pregunta es, ¿qué estás dispuesta a arriesgar para saber que no te contuviste, sino que diste todo para invertir en tu propio potencial para cambiar al mundo?
Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de la verdad de la Palabra de Dios en tí, cuando pones Su verdad en acción.
Con cariño de Anita Carman