Chibi es un labradoodle en miniatura que pesa poco más de veinte libras. Tan pronto como me siento en mi cama, le encanta poner sus dos patas delanteras en la cama con una expresión de abandono en la cara que dice: “! Levántame !”. Tan pronto como la acerco a la cama, se pone muy feliz y encuentra un lugar para echarse. Luego, cuando salgo de la habitación, se acerca al borde de la cama y se queja, mira hacia abajo y se asusta a ella misma. Es perfectamente capaz de saltar físicamente de la cama, pero se ha convencido de que es muy pequeña para saltar. Como un reloj, siempre voy a su rescate y le doy un pequeño empujón. Ese pequeño empujón es totalmente innecesario, pero ella espera que la ayude cada vez. Entonces, un día, decidí dejar de consentirla. Me di cuenta de que yo era la que la mantenía fuera de su potencial.
Me pregunto hoy si has estado trabajando en contra de lo que Dios está haciendo en la vida de alguien al presentarte al rescate. ¿Es hora de dejar de rescatar, de mirar desde lejos y comenzar a confiar? Noté que Chibi es mucho más feliz al descubrir su propia independencia y ser todo lo que Dios creó para ella. ¿Alguien que amas es más fuerte de lo que le has permitido a él o a ella?
Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de la Palabra de Dios en tí, cuando pones Su palabra en acción.
Con cariño de Anita Carman