He vivido épocas en las que la vida me tomo por sorpresa. Nunca esperé que la persona en quien confiaba con todo mi corazón rompiera su compromiso. Tampoco esperé que las ideas idílicas que tenía sobre la maternidad incluyeran desafíos médicos con mi primer hijo. Cuando estaba en el mundo de los negocios, nunca esperé que la compañía que me ofreció un trabajo enfrentara problemas y rescindiera la oferta. Cuando miro hacia atrás en la vida, veo eventos inesperados que tenían la posibilidad de descarrilarme. Pero también veo inesperadas bendiciones increíbles que nunca soñé posibles.

Vi a Dios convertir la trágica pérdida de mi madre en una pasión por construir un ministerio que le dé poder a miles de mujeres. Vi a Dios sanar a mi primogénito con asma. Vi a Dios cambiar la dirección de mis energías hacia puertas abiertas que producirían frutos eternos. Así que esta es mi conclusión: cuando la vida te golpea con un evento inesperado que te ha devastado, recuerda que la vida también te da bendiciones que nunca esperabas. ¿Era esto lo que el Apóstol quiso decir cuando dijo que, ya sea en la abundancia o la pobreza, él elige la alegría en su vida? Se enfoco en como Dios utiliza todo y nuestra fe no viene de nuestras circunstancias sino de nuestra relación con nuestro Salvador.  El camina con nosotros sobre las cimas de las montañas y en los valles. Y cuando le digo: “Estoy confundida. ¿De qué se trató todo eso?” y sé que a Dios no le molesta, siento mis pies apoyados en una roca. Cuando me sorprende una bendición que no esperaba, sé que Su placer es aún mayor porque así lo había planeado El. Entonces, la próxima vez que enfrentes un evento inesperado, ve las cosas con un punto de vista equilibrado y luego elige la alegría.

Cuando oro por tí, escucho una canción de victoria. Creo en tí porque creo en el poder de las verdades de la Palabra de Dios en tí, cuando pones Sus verdades en acción.

Con cariño de Anita Carman